jueves, enero 27, 2011

Carta al autonomista

Estimado y dedicado revolucionario, te escribo después de tantos años sin prácticamente esperanzas de respuesta. Después de tiempo y lecturas me encuentro con la necesidad de responder, de enhebrar pensamientos y argumentos como bien lo hacías tú en aquél tiempo. Agradezco hoy, como no lo hacía entonces, que te tomaras el tiempo de contestar. Por una parte de se me hace necesario reconocer más explícitamente el valor de tu argumentación en pos de rechazar identidades reificantes en la que tan bien insistías.
Yo voy a seguir atacando posiciones porque es lo que mejor hago y quién sabe, incluso sea útil, al menos para mí.
No me parece conducente el negarse a proponer una o varias formas de organización. Varias son necesarias por supuesto, pero esencialmente unas pocas, porque no pretendamos que el ser humano es una variación infinita de temas, siempre se encuentra un punto de miras desde donde parecemos bien sosos y repetitivos como quizás lo demuestra nuestra discusión por momentos.
Veo en tu ultimo mensaje una resistencia errónea a proponer formas organizativas y como decía, a veces las cosas son bastante sencillas. Los obreros más toscos sabían a qué movimiento adscribir y lo hacían con éxito para sus causas cuando no eran reprimidos y exterminados por el estado. Hablo yo, es muy obvio, desde el anarquismo, posición que al mismo tiempo es personal y tradicional como no puede ser de otra manera. Y en mi caso no participo de ningún colectivo que pueda parecerse a un partido o secta (un partido en el sentido de Malatesta). El anarquismo tuvo distintas formas de organización válidas y sin embargo fue siempre fácil reconocer la tendencia en la que todas ellas confluían. Pero fueron barridos. No, como quieren argumentar los profesores, por la opción auténtica de los trabajadores y la sociedad en general en favor de otras formas de expresión política, sindicalismo o partidos socialistas, sino por una auténtica guerra de exterminio cuando no de los sujetos, de las comunidades que daban soporte a este movimiento. Guerra física y propagandística librada a un mismo tiempo por el sistema capitalista y por el partidismo socialista (parásito del capitalismo). ¿El hecho de que fueran abatidos demuestra que su proceder estaba errado? No necesariamente, y definitivamente no a mi entender. ¿Deberían haber en conjunto calculado mejor su fuerzas, haberse preservado y haber construido a largo plazo?
Bueno, de hecho eso también lo hicieron. En este tiempo vemos como su perspectiva anti-estatista y anti-propietaria se ve justificada en múltiples procesos políticos y económicos y como una llama, vacilante, tibia por momentos es cierto, va creciendo día a día. Como anarquista no sólo veo esto en los movimientos que enarbolan banderas negras sino justamente también en las formas de organización que los trabajadores nos vamos dando. La organización gremial antiburocrática, el odio al capitalismo florecen por doquier. Pero, los viejos caminos muertos y la vieja represión (directa e indirecta) amenazan estos procesos como no podía ser de otra forma.
Yo observo a los autonomistas de ayer y de hoy como a unos hermanos en la lucha, sin embargo me apena (sin sentimentalismo) ver como sus esfuerzos se ahogan por el peso de la tradición política que sustentan a todo costa: el marxismo. Siempre hemos coincidido en oponernos al marxismo de ortodoxia que tu llamas leninismo, al programa elitesco e imperialista de un partido único, a la identificación fetichista a una identidad de clase (que muchos anarquistas también abrazan por falta de otros razonamientos). Pero a la hora de colaborar unos con otros los resultados han sido bastante dispares. El apoyo que en pocas ocasiones han brindado autonomistas a anarquistas pareciera no haber rendido frutos. En cambio me atrevo a pensar que la intervención de los anarquistas siempre ha favorecido la acción directa y dado por lo tanto un espacio apropiado para la acción de los autonomistas.
 Hay un tendencia innegable de las facciones políticas a la competencia por imponer su visión del mundo en detrimento de la de las otras y es incluso difícil, sin un pensamiento cuidadoso y profundo, decidirse sobre si la competencia en algún punto no será necesaria para fortalecerse.  Por supuesto hay extremos de violencia y traición que parecen absurdos y autodestructivos. Pensar que la política es igual a la guerra me parece de un conformismo peligroso. Las discusiones como la que hemos tenido en cambio son prometedoras porque nos permiten comprendernos mejor sea para competir o colaborar desde una conciencia más real de las circunstancias.
Ahora bien, cuando dices que una horizontalidad impuesta es demagogia estás pasando completamente de largo el concepto de democracia directa que abrazamos los anarquistas. Una organización realmente horizontal se basa en las decisiones de las asambleas de base en donde cada uno tiene voz y voto por igual. No es posible, es nuestra más profunda convicción, que mientras se respete estos simplícimos principios, la asamblea sea cooptada. La prueba histórica se ve todos los días y la más notoria es la de la revolución leninista. Los soviets debieron ser sojuzgados, reprimidos para ser vencidos, no pudieron ser manipulados a la larga o integrados en tanto soviets al aparato estatal leninista.
En ningún momento argumenté a favor de un partidismo por imponer una dirección sobre la organización. Muchos anarquistas como yo sostenemos el derecho a la libre asociación y por otra parte participamos de asambleas aunque estén inequívocamente “aparateadas” por partidos políticos.
Sin embargo me considero capaz de entender hacia dónde se está moviendo un grupo determinado y decidir a partir de cierto momento si vale la pena seguir apoyando o siquiera participando. Los anarquistas también somos una parte de la asamblea. Como conjunto, pero sobre todo como individuos. Los hay más puristas y los hay más laxos. Los hay más instintivos y los hay más racionalistas. No llamo anarquistas a los que se conducen en bloque siguiendo los dictámenes de uno o más líderes. El liderazgo por otra parte es un hecho del funcionamiento de los grupos, es inútil debatirse en formalismos para que todos participen en igual proporción. Hay circunstancias y hay capacidades personales que cumplen una función en esas circunstancias. Por supuesto la tendencia a la verticalidad, a la delegación (aunque sea de hecho y no formal) existe. Es una de las limitaciones que nos impone la cultura conservadora en la que estamos inmersos. Pero como decía antes, el negar la función que puede cumplir la iniciativa personal no es la forma de combatirlo.