Por la tercera posición en el conflicto agroexportadores- gobierno.
Como suele pasar, la opción por una política basada en lo estatal suele nacer de una simplificación que no se detiene a pensar en primer lugar en los vicios naturales del Estado capitalista y por otro, las verdaderas potencialidades de las organizaciones horizontales de las comunidades de trabajadores.
El resultado de este conflicto descarnado es inmaterial pero tan real: tenemos dos bandos de capitalistas, dos sectores concientes de sus intereses, que se enfrentan con todos sus recursos y que en sus mutuos ataques y a través su comportamiento constante desnudan sus verdaderos intereses y valores. El que muestren su juego abiertamente es nuestra oportunidad de construir la alternativa.
Debemos conformar desde la opinión y desde la acción una posición que no se conforme con quedarse con el menos malo. La protesta en este sentido, sin tomar partido puede obligar a los dos sectores a entrar en razón. Si bien no es una propuesta, está claro que el estado puede jugar algunas cartas de negociación para desactivar el conflicto. Pero como no lo ha hecho y probablemente no lo hará en forma cabal a pesar de todo, debido a sus limitaciones internas, tenemos un resultado nefasto de desintegración social, de conflicto abierto e incertidumbre. La última medida, de desviar la negociación al congreso es un intento de deshacerse de la responsabilidad de la crisis dejando que los lobbies se enfrenten directamente y negocien el modelo económico en el congreso, sin el poder ejecutivo en medio.
Pero también tenemos la garantía de que el modelo burocrático, mafioso y deshumanizado del gobierno ha quedado en evidencia. La sociedad ha podido articular como respuesta una demanda de mayores espacios para la decisión sobre la política. Se expresa en demandas que son presiones sobre el estado, en un proceso necesario ya que permite vislumbrar el deshacerse de las formaciones institucionales que hoy día aseguran la preeminencia del estado como fuerza dominadora de la sociedad. Esto es el aparato del Peronismo (flexibilizado por la política transversal de Kirchner).
Al mismo tiempo la clase media más acomodada, así como otros sectores indecisos apoyan el reclamo del campo tal cuál está, mostrando su veta reaccionaria, conectando con un ideal de país blanco que controla la amenaza y somete a las masas “negras”.
La debilidad del gobierno y del sector protestatario del campo es una oportunidad para defender desde la cultura un proyecto que rechace tanto la explotación como la burocracia, sin aceptar males menores y por supuesto sin lanzarles el poder a las manos a los grupos de capital concentrado que por otra parte ya lo sostienen bastante bien.
La táctica racional para los que no somos propietarios privilegiados, ni burócratas privilegiados es el de fortalecer comunidades y movimientos de base, es decir democráticos e igualitarios. Y esto hacerlo de manera militante para crear el consenso para unas organizaciones comunitarias siempre listas para defender los derechos de los trabajadores explotados. Invitemos a los vecinos, a las clases medias ilustradas a identificarse con este proyecto más que con el elitismo y la denigración de los grupos marginales que es el recurso demagógico del fascismo.
Al mismo tiempo debemos invitar a los progresistas adeptos a las soluciones impuestas desde el estado a reconsiderar su postura y no aceptar negociar con un estado dominado por la clase de los explotadores, negociantes de la vida y de la muerte.
Nuestro proyecto debe apuntar a un movimiento de los trabajadores contra los privilegios tanto económicos como autoritarios.
Lo que necesitamos no es un pacto entre intereses en última instancia diferentes, sino la creación de una comunidad de intereses integrales sin techo para su evolución.
Sin dudas que de un día para el otro no podremos reemplazar todos los sistemas de administración del país por nuevos métodos que no caigan en el otorgamiento de privilegios, pero sin dudas podemos reconocer las formas de lucha que ya existen tanto entre los trabajadores, los intelectuales, las clases medias que sean coherentes con estos principios. En realidad, apuntemos a crear el espacio –ni estatal, ni patronal- para convertirnos en trabajadores que al mismo tiempo puedan pensar por sí mismos y emanciparse de la lucha cotidiana por la supervivencia, en la lucha por una sociedad inclusiva sin sometidos ni opresores.
El primer poder que podemos ejercer sin detentar aún nuestra completa libertad es el de proponer una alternativa a este sistema de injusticia organizado.
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