Lenta, penosamente se desenvuelve la trama prevista del gobierno de Kirchner. Como una obra clásica que se hace irritante por la torpeza de los actores. Primero un mensaje demagógico, una promesa ambigua que deja a los espectadores indecisos o entusiasmados, un primer tropiezo que nos hace preguntarnos si no será una fantochada bien intencionada, luego otro y otro...
Algunos no lo quieren creer todavía. Se ponen plazos terminales: "hasta aquí llego, pero no más", se borran de la memoria todos los parecidos de la historia con tal de dar el beneficio de la duda.
¿Cuál es la fantasía personal que justifica permanecer en tu ensueño? Todos tenemos un precio.
Llega el día sin embargo en que, quizás porque está de moda, es decir, porque surge un proyecto rival, se da el toque para que empiecen a arrojarse los tomates podridos. Chiquitos, grandes...
Fingiendo pudorosa sorpresa dicen: "esto es demasiado" "nunca pensamos que llegara tan lejos". ¿Esto conduce a una revisión de los diagnósticos equivocados? Difícilmente; nunca hay que dejarles el argumento propicio a los radicales. Más vale malo conocido que ceder a un izquierdismo incontrolable.
Unos tomatazos indignados a los monigotes de turno, mientras el director de la obra y su mecenas se retiran discretamente a financiar nuevas funciones.
El secreto está en esa acumulación de resentimiento que el engaño produce. Por supuesto que los señores no deben sentir ni actuar, ni dejarse llevar por el resentimiento. Los señores están para crear el resentimiento en los otros... golpear antes de ser golpeado. Gracias Nietzsche.
Cuando el cúmulo de frustración sea suficiente se podrán empezar a ofrecer esas soluciones que hasta ahora no tienen mercado. Después de todo: son animales. Es decir, actúan automáticamente, no tienen poder de decisión. Sino, no dejarían que les hicieran eso.
Las metáforas no alcanzan, pero por lo visto las palabras tampoco.
Es como un puñado de semillas en el viento, quién sabe... (o es como mi precio).